sábado, 24 de noviembre de 2018

Enciéndeme el alma



Cuando lleguen los días frios, compañero...
¡Enciéndeme el alma!
Y que la vida arda con fuerza.
Porque prefiero convertirme en cenizas,
restos de luz y viveza,
que en polvo inerte sin memoria,
que en simples recuerdos de tristezas.

domingo, 18 de noviembre de 2018

La Copa de las Hadas


Un precioso bosque, donde creían frondosos y entrañables árboles, donde la vida se manifestaba de las más diversas formas, se vio afectado hace muchos años por una terrible sequía que durante meses azotó toda la región.

Las hojas de los árboles perdieron su verde brillante y se tornaron amarillas hasta caer al suelo, formando un manto oscuro sobre todo el terreno. El musgo y los líquenes quedaron petrificados expuestos al sol y sin recibir ni una sola gota de lluvia. Fueron muchas, muchísimas las plantas que sucumbieron a la sed y murieron deshidratadas.

Los animales también se vieron afectados y los que aún quedaban con vida, comenzaron a emplear sus escasas fuerzas en migrar hacia otro lugar en busca de alguna charca o arroyo que tuvieran apenitas unas reservas del valioso líquido transparente y vital.
Sin embargo, los seres que más sufrieron los efectos de la sequía fueron las Hadas. Ellas, guardianas y protectoras del bosque, no podían abandonarlo y allí permanecerían incluso si éste terminaba sucumbiendo. De entre todas, la primera en enfermar fue precisamente el Hada Mayor, la de más edad, la más sabia, pero también la más frágil.

Por ello, el resto de las hadas buscaron incansablemente algo de agua por todo el bosque, porque con una sola gota, mezclada con el polvo de sus alas, sería suficiente medicina para devolver la salud a su queridísima Hada Mayor.

Un pequeño grupo de cuatro hadas, sobrevolando palmo a palmo una zona que quedaba casi en penumbra al encontrarse al abrigo de una enorme roca, encontraron una planta diminuta que aún conservaba el verde intenso que la caracterizaba. Su tallo era delicado pero firme y sus hojas tenían una apariencia de pequeñas copas en las que guardaba minúsculas gotitas de rocío.  ¡Qué gran hallazgo! Algunas de esas hojas eran todo lo que necesitaban para salvar la vida de Hada Mayor.
Pero, las hadas tenían totalmente prohibido arrancar hojas de las plantas del bosque, así que tenían que pedir permiso a la pequeña planta para llevarse algunas de sus hojas con el preciado líquido.
No se atrevían a decidir cual de las cuatro le pediría a la planta semejante favor, ya que además de ocasionarle dolor al arrancarle las hojas, la dejarían prácticamente desprovista de sus reservas de agua y puede que muriera de sed, así que lo echaron a suertes.

La encargada fue un hada llamada Mina quien con humildad y lágrimas en los ojos le dijo a la planta:

“Pequeña y dulce planta, como sabes, el bosque se muere de sed y con él, nuestra querida Hada Mayor. Hemos recorrido todo el terreno, buscando algo de agua con el que poder fabricar la medicina necesaria para que reponga fuerzas y aguante hasta que vuelvan las lluvias y solamente hemos encontrado esas valiosas gotas de rocío que conservas en el centro de tus hojas.
Sabemos que quizás te duela si te arrancamos dos o tres de tus pequeñas hojas y que te será muy difícil volver a hacer acopio suficiente para saciar tu sed, pero si fueras tan amable de concedernos este deseo, pediremos al Espíritu del Bosque que haga todo lo posible por recompensarte”.

La planta escuchó atentamente al hada y tras apenas unos segundos de silencio contestó:

“Hada Mayor fue quien dibujó la forma de mis hojas, mis flores y me asignó este bonito color verde y mi pequeño tamaño. Es a ella a quien debo el haber sobrevivido a la sequía porque en esa forma de copa de mis hojas, he podido mantener la reserva necesaria de agua.
Nosotras las plantas, sólo podemos crecer y aportar vida al bosque en agradecimiento a nuestra creación, lo que me pides ahora es en cierto modo, un privilegio para mí. Es la ocasión de devolver al Hada Mayor el regalo que ella me dio. Tomad cuántas hojas necesitéis.”

Así pues, las cuatro hadas revolotearon alrededor de la pequeña planta, mientras le hacían cosquillas con sus alas para mitigar el dolor al arrancarle las hojas, y lloraban emocionadas por la bondad de aquel diminuto ser.

Lo que no se dieron cuenta es que, al hacer esto, esparcieron alrededor de la planta los polvos mágicos y curativos que se iban desprendiendo de sus alas y que la humedad de sus lágrimas, ablandaron el reseco terreno, haciendo que el polvo penetrara en él.

Las raíces de la planta absorbieron aquella combinación y milagrosamente, fue por ello que resistió sin problema alguno las semanas que aún pasaron hasta que la lluvia volvió a regar de vida y esperanza el bosque.

Mientras, las hadas llevaron las hojas al Hada Mayor quien en pocos días ya recuperó su vitalidad y energía.  Cuando preguntó por el nombre de la planta, las hadas no supieron qué decirle, pues se olvidaron de preguntarle. Pero al ver mejor las hojas, enseguida las identificó y sonrió diciendo, a esta planta la llamé Ombligo de Venus por la forma de sus hojas y porque supe desde el principio que era amor lo que corría por su savia, pero desde ahora, para nosotras será la planta “La Copa de las Hadas” y velaremos junto al Espíritu del Bosque para que siempre se encuentre presente en el bosque.

Con el tiempo, el ser humano descubrió que aquella plantita y todas sus descendientes, poseían en su interior un líquido blanquecino tenía increíbles propiedades curativas como son cicatrizar heridas, efectos diuréticos y depurativos e incluso ayuda a eliminar durezas de la piel y alivia el dolor de oídos. 
Y he aquí la razón por la que en muchas poblaciones se le conoce como “Curalotodo”.

A los que aman...

Quien te ama de verdad, no compra con dinero sus regalos.
Quien te ama de verdad, te regala su mejor sonrisa,
sus mejores momentos, su ilusión por la vida y la comparte contigo.
Quien de verdad te ama, verá tu belleza
aún cuando ésta deje de ser tan obvia.
Quien de verdad te ama, no tendrá dudas ni miedos...
que no te engañen,
que el amor que se acaba es que nunca fue amor.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Mada, el hada despistada

En un bosque lejano repleto de árboles, arbustos y flores vivía un grupo de hadas entre las que se encontraba Mada, un hada de alas blancas y ojos verdes. Cada una de las hadas tenía una función en el bosque y la pequeña Mada se encargaba de dar un olor a cada planta, a cada flor, cuando pasaba suavemente sus dedos por ellas.
Pero Mada era un poco despistada y a veces se sentía tan feliz jugando con los pájaros, metiendo sus pequeños pies en el arroyo o saltando de rama en rama que a veces se olvidaba de todo y luego tenía que darse prisa por repartir olores por el bosque entre las plantas nuevas que florecían, porque cada día al ponerse el sol, Maga, el hada maestra, repasaba todas las tareas de sus compañeras de bosque para comprobar que todo estaba bien.
Ocurrió que un día Maga pasó por una grupo de plantas aromáticas mientras sonreia al aspirar cada perfume... salvia, romero, menta, tomillo, limón.
- "¿Limón? ¿Olor a limón?" Se preguntó Maga mirando aquellas plantas por las que acababa de pasar.
Volvió a volar entre todas ellas y encontró unas ramas de tomillo que olían a limón. "Esto no esta bien. Aqui hay un error y es cosa de Mada" dijo el hada maestra.
Esa misma noche llamó a reunión a todas las hadas y les dijo "Nuestra querida Mada con sus despistes ha ido demasiado lejos y ha cometido un gran error al repartir los olores de las plantas. Pasad por esa mata de tomillo y oledla todas a ver qué os parece".
Las hadas corrieron hacia el tomillo y todas dijeron "¡Huele a limón! ¡Mada se ha equivocado de perfume!" Y se echaron a reir.
- "Bien, como sabeis no podemos arrancar plantas del bosque pero ese será el último tomillo que no huela a tomillo" Dijo Maga. Y continuó diciendo "Mada, en castigo por tu despiste voy a enviarte a otro lugar donde en vez de repartir olores vas a ayudar a los gnomos a trabajar la tierra y que en este caso será arena pues irás al sur donde los árboles y arbustos crecen en dunas cerca del mar. Esta noche dormirás en la mata de tomillo para que recuerdes el error que cometiste y mañana partirás hacia tu destino. El Gnomo maestro ya está avisado y están esperando tu llegada".
Mada intentó disculparse y repitió en varias ocasiones que no se volvería a repetir y que ya no sería el hada más despistada del bosque pero todo fue en vano, la decisión de Maga era firme.
Asi que después de un largo viaje Mada llegó a un pinar donde el olor de las plantas se mezclaba con el olor a sal y donde la luz del sol era tan brillante que a veces le costaba abrir del todo sus ojos verdes. Allí todo le resultaba extraño y se sentia triste y sola. Además después de acabar con las tareas que el Gnomo maestro le habia encomendado terminaba tan cansada que apenas tenía fuerzas para volar y sus pies se hundian a cada paso en la arena en la que inexplicablmente para ella crecían flores.
Una tarde estaba llorando bajo un pino cuando Dilo, uno de los Gnomos se le acercó y le dijo "¿Qué te ocurre hada? Desde que llegaste no hablas con ninguno de nosotros y no participas en nuestros juegos y risas"
- "¿Qué me ocurre? Que estoy castigada en este lugar lejos de mi casa y de mis compañeras, que no me gusta pisar esta arena blanda ni este calor ni este viento que sopla a veces y me impide volar" Respondió Mada.
Entonces Dilo le contestó "Pero eso es porque vives convencida que estar aqui es un castigo y no prestas atención al lado bueno de las cosas. Piensa que has tenido la suerte de conocer un lugar distinto al que ninguna de tus compañeras probablemente llegue ni tan siquiera a visitar y que hay cosas maravillosas esperando a que te des cuenta que están ahi para tí"
Mada lo miró sorprendida e incrédula porque no se le había ocurrido que allí pudiera encontrar motivos para ser tan feliz como lo era en su bosque.
Entonces Dilo la tomó de la mano y de un gran salto la llevó a la copa del pino bajo el que se encontraron. De allí saltó sin parar llevando a Mada hasta el pino más alto situado en lo alto de la colina y le dijo "Observa atentamente".
Desde allí podian ver una playa de arenas blancas y mar azul verdoso. Estaba ocultándose el sol y a medida que éste bajaba para perderse en el horizonte, el cielo iba tiñéndose de maravillosos colores que iban del amarillo al malva pasando por toda clase de anaranjados y rojizos. También comenzó a soplar el viento y Dilo señaló hacia las dunas diciendo "Mira allí ¿ves como se mueven?" Entonces Mada vió con asombro como las dunas parecía que iban avanzando y como la arena que se levantaba formaba caminos que se dibujaban y se borraban dejando extrañas huellas por donde nadie había caminado.
Antes que se hicera de noche bajaron del pino y volvieron al interior del pinar. Mada seguía callada y cuando Dilo la miró vió que una lágrima recorría su rostro.
- "¿Aún sigues triste, hada?"
- "¡Al contrario! Nunca he sido tan féliz. Lloro por todo lo que he visto y sentido hoy y por lo tonta que he sido al malgastar tantos días aqui lamentándome de mi suerte. Te estoy enormemente agradecida, Dilo, por todo lo que me has enseñado. Ya tengo ganas que llegue mañana para realizar mis tareas y explorar este maravilloso lugar para seguir descubriendo y aprendiendo"
Y entonces ambos se dieron un gran abrazo... Ninguno de los dos se dió cuenta que con el abrazo cayó al suelo una semilla de tomillo que Mada llevaba en una de sus alas y que a su vez ésta regó con sus lágrimas de alegría.
Al cabo de unos días el Gnomo maestro convocó en reunión a todos los habitantes del pinar y les dijo "Hoy es un gran día. Ha nacido una nueva especie en nuestro territorio. Es una mata de tomillo pero tiene minúsculas florecillas blancas y huele parecido al limón. Por su rareza todos debemos protegerlo y cuidarlo pero he pensado que será Mada quien se encargue especialmente de ello ya que me recuerda al color de sus alas. Lo llamaremos Tomillo Blanco y hoy habrá fiesta para celebrarlo".
Esa noche Mada fue quien más disfrutó de la fiesta. Bailó, cantó y contagió a todos con su risa de campanitas que hasta ahora nadie había podido escuchar, excepto Dilo, de quien se había vuelto casi inseparable. 
Lo que una vez fué considerado un error hoy era motivo de alegría y celebración y solo ella era consciente de ello...