Porque una vez te dijeron que no eras guapa, te lo creíste.
Porque una vez te dijeron que todo lo hacías mal, te lo creíste.
Porque una vez te dijeron que tu cuerpo no era bonito, te lo creíste.
Porque una vez te dijeron que estabas loca, te lo creíste.
Y cuando te hacías fotografías, recordabas lo que te creíste y eras infeliz.
Cuando analizabas tu vida, recordabas lo que te creíste y eras infeliz.
Cuando te mirabas al espejo, recordabas lo que te creíste y eras infeliz.
Cuando te juzgabas a ti misma, recordabas lo que te creíste y eras infeliz.
Buscaste en otros ojos, en otras voces, en otras manos y en otras mentes
que te dijeran lo contrario,
pero como seguías creyéndote lo que una vez te dijeron,
siempre acababan por reafirmártelo.
Hasta que un día decidiste borrar las creencias de otros de tu mente,
te miraste con los ojos del alma, tomaste las riendas de tu vida,
y valoraste la riqueza de tus emociones.
Entonces apareció aquel que cuando observa, te acaricia el rostro con la mirada,
aquel quien venera tu cuerpo con pasión desbordada,
aquel que ama tu locura, porque es lo que aporta cordura a su vida,
aquel quien piensa que eres perfecta, con todas tus imperfecciones...
