jueves, 19 de febrero de 2015

La orilla



Tenía ganas de pasear y aprovechando la cercanía de la playa, decidí hacerlo descalza por la orilla del mar. A los pocos minutos de comenzar mi paseo, una ola llegó hasta mis pies y los cubrió de agua y espuma. Cerré los ojos para disfrutar más aún de la agradable sensación que me provocaba y cuando los abrí, la ola ya no estaba y mis pies quedaban de nuevo al descubierto.
Al principio entristecí por lo efímero del disfrute, pero enseguida me di cuenta que si esperaba lo suficiente, otra ola volvería y sentiría de nuevo lo mismo. Al mismo tiempo, recordé por qué estaba allí, el propósito que me hizo bajar a la orilla, y entonces tome conciencia que si la ola siempre estuviese cubriéndome los tobillos, apenas avanzaría en mi camino.

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